Conozco las ventajas de comprar online y que te traigan los productos a casa, lo hago de vez en cuando porque no siempre es fácil encontrar determinadas cosas, pero en el caso de los libros, cómics y mangas... no me resulta tan satisfactorio.
Al igual que hay personas que disfrutan yendo a tiendas de ropa, centros comerciales o bares, en mi caso ir a librerías tres o cuatro veces al mes forma parte de la experiencia de acercarme a las publicaciones.
Son establecimientos en los que no entro, pido y me voy, sin más. Me encanta pasear por ellos, ver los ejemplares, cogerlos, compararlos e incluso olerlos cuando no llevábamos mascarillas. Me parece fantástico estar rodeado de tantos títulos y poder elegir por mí mismo con todas sus características desveladas, no solo con una imagen y los comentarios o reseñas de una página web. Al final escojo para ese día, tras un buen rato gozando de todo lo que hay en el local, y también guardo en la memoria los que me han atraído por si fuera conveniente evaluar su adquisición en otra visita. A veces, un tomo despistado o una estantería secundaria semioculta te proporcionan grandes descubrimientos, a los que no habrías prestado atención por otro medio.
Comparativamente se trata de una diferencia similar a la que hay entre enamorarse de alguien que está ahí físicamente o disponer de una foto y un texto añadido para animarte a iniciar una conversación y proponer una cita. Aunque puede salirte el tiro por la culata o ir a las mil maravillas de igual modo, ese instante del encuentro tiene algo especial, es un valor añadido. Puedes chatear durante semanas, y luego descubrir que no hay magia en directo debido a razones no tan explicables como te gustaría; a mí me ha pasado. Por algún motivo, adoro sacar el lomo de la estantería, palparlo, ojearlo y dejar que me atraiga. Si bien no resulta imprescindible, puede ser muy entretenido.
Soy de los que van a las librerías y siempre se llevan algo, a sabiendas de que en casa esperan unas cuantas lecturas pendientes. Lo obtenido es una especie de botín; no me importa acumular un poco, a pesar del gasto que supone y la posible inconveniencia del mismo.
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