27 marzo 2021

La razón y la lógica de sofá no aplican en situaciones de riesgo

    Cada vez es más habitual un tipo de público que parte de la base de que los personajes de ficción tienen que actuar de un modo coherente en todo tipo de situaciones, y que estas se deben adaptar a su concepción del mundo.

    En la vida real, cuando se da una emergencia, no siempre se toman las decisiones más adecuadas ni se comporta uno como había pensado. Es muy fácil generar estrategias y planes cómodamente sentado en el sofá, pero cuando el peligro acecha, la razón suele salir por la puerta de atrás. No es infrecuente que alguien se quede paralizado ante un rival, un individuo huya hacia su enemigo en dirección contraria a la recomendable, el campesino medieval no haya jugado wargames ni juegos tácticos y no elija la mejor secuencia de acciones en combate, un agente de la ley se vea saturado después de tiempo recibiendo pedradas y agreda a quien debe proteger, de un grupo de cinco solo uno reaccione a tiempo y sostenga esa máquina que cae sobre un compañero, un joven ladrón al que han pillado robando en un piso y ha escapado por los pelos vuelva para recuperar su mochila, alguien que solo se ha colado en una piscina se esconda de la policía como un asesino incrementando las repercusiones en su contra, ese que defiende su propiedad se exceda contra quien en realidad solo había pasado ligeramente la línea por motivos casuales, la víctima se convierta en una furia descontrolada que no siga los planteamientos recomendados en esos casos, un sujeto sin posibilidades de éxito real se ponga a la tarea de forma demencial como si fuera el único camino posible, alguien baraje las posibilidades menos recomendables como las idóneas en circunstancias alarmantes, un inocente opte por esconderse en lugar de fiarse de los agentes de la ley, la potencial agredida decida coger un cuchillo en lugar del teléfono porque quizá no de tiempo a llamar o tarden mucho en llegar los que se supone que están ahí para eso y otra innumerable cantidad de decisiones que parecen incomprensibles cuando estamos relajados y disfrutando de una ficción que nos tiene acostumbrados a una serie de estereotipos y clichés que nos hacen creer que nosotros lo haríamos mejor.

    Algunas veces, una madre no se plantea que el coche pesa demasiado, lo levanta para sacar a su hijo de debajo. Es posible que el ciudadano medio del siglo XVI no posea los mismos conocimientos tácticos que un habitual del género bélico. "¡No entrés ahí!" dicen a menudo sobre las películas de terror, sin plantearse que el personaje está en su casa y solo baja al sótano para encender los plomos, ya que no va a pasarse el resto de la vida a oscuras porque el que habla sepa a qué género pertenece lo que visualiza. Otro de los grandes argumentos es que lo normal es llamar a la Policía, cuando es posible que en ese sitio tarden los suficiente en llegar como para que ya sea tarde, o que la tensión impida que esa idea surja siquiera. Hay mascotas que no se plantean lo lejos e inaccesibles que están sus humanos después de una mudanza, y recorren sin alimentos ni cobijo una cantidad de kilómetros inconcebible en una gesta impensable, de vez en cuando con éxito en su improbable aventura. El inocente adolescente puede no ser consciente de su inferioridad física después de una secuencia de actos macabros que han acabado con toda su pandilla de amigos.

    La vida se impone, las situaciones mandan, si te paras a pensar fracasas, la solución puede ser la reacción instantánea. Evaluar la física del palé cayendo sobre un compañero, hace que ya sea tarde para detenerlo o sacarlo de debajo. El que se lanza delante de un coche para salvar a una anciana de un empujón lo hace de forma automática; si reflexiona al respecto, la muerte hace acto de presencia. Cuando te persigue un asesino, puede que la repisa que va de una ventana a otra esté muy alta o quizá eso ni siquiera cruce tu mente. En determinados momentos, las cosas suceden de la manera menos previsible y la mayoría de las veces para bien, ya que en realidad no controlamos tanto lo que pasa como pensamos.

    Es sencillo creer que nosotros lo haríamos mejor, que es absurdo comportarse de cierto modo; pero la verdad es que mientras no veas a un camión a toda velocidad yendo en tu dirección, no sabrás cómo reaccionarías. No, señores, no..., algo desconecta en nuestro cerebro y da prioridad a lo importante en ese instante, de forma acertada o errónea.

    Por supuesto, todo afecta. Si sabemos de algo, estamos entrenados, nuestros reflejos son ágiles por el uso, la mente está acostumbrada a tomar decisiones rápidas, etc. tiene su efecto; aunque no del modo en que imaginamos cuando reina la calma. La persona que menos esperamos puede sorprendernos con una acción acertada o inestable, y la más previsiblemente apta cagarla terriblemente o ser muy ineficiente. En ocasiones, la gente no está preparada para lo que le lanza el universo. No siempre hay un modo perfecto de comportarse, por mucho que los estándares del mainstream parezcan indicarnos lo contrario.

    También habría que decir que tener un mal día puede cambiar mucho la cadena de acontecimientos. Si ese día al sheriff le ha dejado su mujer, quizá no sea el tipo más efectivo del lugar. Puede que tras ser despedido del trabajo, uno no esté en condiciones de afrontar correctamente ciertas incidencias. Tras once horas laborales al día durante semanas, es posible que...

    Ah..., pero qué satisfactorio es que reafirmen nuestra inculcada concepción del mundo, la sociedad y sus integrantes, diciéndolos que todo encaja.

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