26 marzo 2021

Ética y moral de ficción aceptadas socialmente

    Hasta cierto punto, resulta alarmante como solemos asumir determinadas tendencias en películas, series, libros, videojuegos y otro tipo de medios para transmitir de historias, e incluso nos agradada reencontrarnos con ellas a menudo. Debe de ser algo semejante a los cánones musicales, que resurgen frecuentemente, ocultos y con ligeras variaciones, para reclamar su puesto en las listas de éxitos.

    Por ejemplo, se da el tema de los protagonistas con un código de honor, ética de superhéroe, moral particular o como prefiramos llamarlo. En un principio está bien, ¿por qué no? Es una opción interesante. Aunque uno pueda dudar si de verdad le importaban al que esgrime esos argumentos determinadas vidas erradicadas por terceros, o si considera ciertas consecuencias futuras, forma parte del asunto y se sabe; ahí ya tocaríamos otro tipo de debate que no es el que nos compete. Sin embargo, cada cierto tiempo, nos encontramos con el personaje que es capaz de matar a cuantos haga falta para avanzar hasta el villano que ha asesinado, secuestrado, torturado, violado o lo que sea a un ser querido; pero que, cuando llega el momento de acabar con el objetivo de su cruzada personal, le perdona la vida, ya que no puede actuar del mismo modo y él no hace esas cosas.

    Vamos a ver..., ¿y todos los esbirros de los que se ha encargado para llegar hasta allí? ¿En serio? ¿No tenían familia? ¿Su existencia valía menos que la del mandamás? ¿Que cobrasen por su labor o se dejasen guiar por determinado criterio fanático los hace distintos? ¿Por qué no cuentan a la hora de aplicar ese concepto tan elevado? De hecho, la función y utilidad de terminar con ellos suele ser llegar hasta el mal mayor para que no siga destrozando a terceros en el futuro, desmontar sus planes de forma definitiva y sin que pueda proseguir en sus diversas reincidencias ignoradas por la Ley.
    Claro que ser juez, jurado y verdugo puede ser criticable y quizá no es una actitud positiva y elogiable, habiendo opciones a considerar primero; pero también hay que ponerse en la piel del justiciero vengador, y entender que ese es su planteamiento base en el tipo de historia del que hablamos y guía la narración en concreto, hayan sido descartadas como viables acciones de otro calado o no. También es lógico pensar que determinados hechos sean difíciles de probar, muchos rastros hayan sido encubiertos y algunas personas sean imposibles de corregir, detener o encarcelar en según qué escenarios. Habiendo tomado la decisión de llegar hasta el final y sabiendo que el cauce oficial, normal, o legal no sirve...
    Aun así, resulta entendible que en el momento sea difícil tener la sangre fría de ejecutar, mientras que por el camino la rabia ha ayudado a exterminar a cuantos se interpusieran en el camino. Bien..., el justiciero es buena persona, al menos en parte, y cada suceso ha estado marcado por las emociones del instante, que no siempre fueron tan contenidas como a él le gustaría.
    El mayor problema viene cuando el individuo en cuestión se topa con el megacriminal en diversas ocasiones, muchas veces de forma voluntaria, y continúa sucediendo lo mismo. Aunque podría resultar asumible una creencia en la redención, un cambio de decisión respecto a la condena personal o que el sujeto habría aprendido la lección la primera vez, a la quinta ya no cuela. No hablamos de pequeños huertos o adicciones, sino de sadismos traumáticos y egoísmos deplorables de altísimo nivel. Y aun así, tras el delincuente ciento cincuenta acribillado, acuchillado o con el cuello partido, a la hora de la verdad, el prota de turno sigue esgrimiendo su consabida excusa acerca de cuán benigno es porque él valora la vida. Es más, aun diciendo que no quiere matar, sigue persiguiendo a su objetivo en lugar de retirarse a una cotidianeidad pacífica y permitir que el río siga su cauce. Incluso se podría entender un cambio de rumbo, cierto tipo de perdón, delegación de funciones o abandono de su propósito para conservar sus valores, a pesar de todo. Da la impresión de que disfruta acabando con segundones, y terminar con el de arriba cortaría en seco la diversión. Pista: pegarle un tiro a una persona no tiene porque ser peor que vaciar decenas de cargadores contra una innumerable cantidad de secuaces.

    ¿Qué es esto? ¿Nos hallamos ante una ética o moral de clase? ¿Matar a los soldados del castillo no es un hecho a considerar, pero al duque sí? ¿El jefe de la organización criminal o terrorista merece un trato muy distinto al de los infelices o energúmenos a los que ha ordenado llevar a cabo la tarea? ¿Los de abajo ya bastan para desahogar la frustración? ¿El primer fallecido no era suficiente para entender que no se trataba de una senda válida para el individuo en cuestión? ¿Tan solo nos hallamos ante un recurso narrativo para poder reutilizar a tan importante rival, ya que es más carismático que el personaje supuestamente principal?


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