Remy, mi pequeñito, me asaltó hace trece años y pico en un parking después de un espectáculo, con los ojos malitos, y dejó superclaro que quería venirse conmigo. Me adoptó, no es una forma de hablar, y sigue cambiando mi vida para mejor todos los días.
En febrero se puso muy muy enfermo y estuvo a punto de irse, pero se recuperó de forma sorprendente en lo que ha sido la mejor noticia en un periodo convulso y lleno de desgracias.
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