Estoy escribiendo una historia de terror ambientada en Asturias de 1881 a 1882. Justo ahora toca invierno en dicha ficción, niebla y lluvia tienen una fuerte presencia, pero en el mundo real puedo salir, tumbarme en la hierba rodeado de margaritas y disfrutar de una luminosidad veraniega. Me siguen divirtiendo mucho ese tipo de contrastes.
Aprovecho para recordaros que hace no tanto se publicó una novela estival mía.
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